Estos espacios no solo son un lugar de diversión, también ofrecen multiplicidad de recursos para que los chicos aprendan a manejar su cuerpo.

Explorar, tocar, correr, resolver problemas, sortear obstáculos, compartir con pares… En una palabra, jugar: “Es la primera ocupación humana, en los niños. Y nuestro trabajo es ayudar a sentar las bases donde se va a montar después el aprendizaje, la educación y formación académica” comienza señalando la Lic. María Olga Segovia, Terapeuta Ocupacional del Servicio de Rehabilitación Pediátrica del Hospital Italiano.

 Pero ¿cómo se relacionan las actividades al aire libre con el desarrollo de estas habilidades? Jugar en un lugar abierto como las plazas y parques públicos permite adquirir destrezas y habilidades específicas. Es difícil de imaginar porque es algo naturalizado, en general no valoramos su importancia. Sin embargo, la actividad al aire libre, con distintas alternativas y posibilidades, hace que los niños desarrollen una cantidad de funciones que son útiles para toda la vida. Y, si esta sencilla costumbre no se ejercita lo suficiente, puede ponerse en evidencia en la edad escolar cuando, por ejemplo, su maestro descubre que escriba mal.

Caminar sobre los diferentes terrenos de una plaza (pasto, tierra, piedras, etc.), poder correr, sortear obstáculos, trepar, desarrollará la llamada motricidad gruesa: saltar en dos pies, en uno solo, alternarse. “Otras funciones que se adquieren son la integración bilateral y el planeamiento motor (calcular para agacharse, por ejemplo, para pasar por un túnel o saber como montar una bicicleta). La integración de los diferentes estímulos sensoriales y el manejo mayor del ambiente, de los espacios, será diferente a moverse dentro de una habitación”, detalla Segovia. 


La plaza ofrece una multiplicidad de recursos para que los chicos aprendan a manejar su cuerpo. Para los más chiquitos, los juegos de encastre, enhebrar, trasvasar arena, pasar objetos de un lugar a otro, son muy importantes para su desarrollo. “Todos los chicos aprenden todo, pero si lo aprenden jugando, mejor. Al entrar al jardín se nota quienes no tienen entrenado su esquema corporal, la escuela refleja todo lo que se no se aprendió en los años anteriores. Se ve en el modo de caminar y correr, de relacionarse con otros, se llevan a otros chicos por delante, no calculan bien la altura a la hora de trepar. Y, con el comienzo de la Primaria, cuando se encuentran con el espacio reducido en la hoja, les cuesta escribir dentro de esos límites, respetar los márgenes o poder agarrar un lápiz, una tijera, recortar con los dedos. El cuerpo es la base de todos los aprendizajes y cuanto mejor lo tengamos entrenado, podremos incorporar otros esquemas a medida que pasen los años.” Liliana, ex directora de escuela y con más de 20 años de experiencia.

El desafío será incorporar la costumbre de salir un rato todos los días, ya sea a la plaza o a dar la vuelta a la manzana, pasear por los hall de los edificios, subir y bajar escalones o rampas, acompañar a los papás a hacer los mandados y otras actividades que se nos ocurrran


Las barreras: la falta de tiempo, la inseguridad, las tecnologías

Hoy los padres trabajan muchas horas, además está el temor por la inseguridad, todo hace que los chicos pasen menos tiempo en la plaza. Otro gran temor es a que se lastimen. “A muchos les cuesta dejarlos en el piso, lo tienen siempre a upa: ‘él no corre porque se puede caer’, ‘ella no toca la arena o el pasto porque se va a ensuciar, se puede pinchar’, solemos escuchar”.

“Una pregunta que siempre hacemos a los papás es: ¿con qué recursos cuentan? ¿Hay abuelos, tíos, familiares o amigos que los puedan ayudar? Sabemos que los abuelos de hoy también tienen sus ocupaciones y actividades. Habrá que recurrir a los tíos, madrina o padrino, algún amigo o primo grande. Son una muy buena opción”, explica la profesional.

Por otro lado, los dispositivos digitales (teléfono, tablet, televisión, video juegos) forman parte de nuestra vida, los padres tienen la capacidad de regular su tiempo de uso, de modo que no sean una barrera para las actividades al aire libre. 

Pese a estos peros, temores y dificultades concretas jugar con los hijos es una oportunidad de compartir. Tirarse juntos del tobogán, hamacarse… “Uno le va mostrando que no pasa nada, papá lo hace y se divierte, el otro nene lo hace y le gusta. Vas autorizando, observando qué le gusta más y qué menos. Pero todo a través del juego. Y, cuantos más roles uno le da para que jueguen y protagonicen, más se enriquece la vida”.

Extracto de una nota publicada por la revista Aprender Salud edición 37, del Hospital Italiano

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