Displasia de cadera, el correcto uso de zapatos, y fracturas y esguinces son algunos de los factores ante los que los padres deben estar alertas y consultar al traumatólogo. 

En la lista de enfermedades de la infancia, las virales suelen ocupar los primeros lugares de consultas médicas. Sin embargo se debe estar alerta frente a situaciones que muchas veces implican visitar a un traumatólogo y no solo en caso de huesos rotos que requieren yesos. 

1. Primera visita al traumatólogo: chequeo de displasia de cadera
 
La displasia de cadera es una de las malformaciones congénitas más frecuentes entre la población. Se estima que 1 de cada 500 nacidos tiene este problema. Su pesquisa debe realizarse a los 3 meses de vida con una radiografía de pelvis; si existen factores de riesgo para displasia, el diagnóstico se adelanta con una ecografía al mes de vida.

Si se diagnostica tempranamente, el tratamiento implica usar las llamadas correas de Pavlik, un arnés que tiene por función mantener durante algunos meses las piernas abiertas -o abducidas-, favoreciendo así la correcta maduración de las caderas.  

Es fundamental realizar un diagnóstico oportuno, pues el inicio precoz del tratamiento incide directamente en el resultado y en la necesidad, o no, de realizar intervenciones quirúrgicas. 

Una cadera displásica que no es diagnosticada o tratada a tiempo puede generar problemas en la vida adulta, principalmente artrosis precoz con el consiguiente dolor y discapacidad funcional.

2. Aprender a caminar y el uso de zapatos
En promedio, y de no mediar una enfermedad neurológica, los niños comienzan a caminar entre los 12 y 18 meses.

El calzado ideal es aquel que lo protege del frío y de sufrir heridas al caminar por superficies irregulares. En términos generales, un zapato adecuado debe:

  • Ser fabricado con una tela respirable.
  • Tener un contrafuerte firme para evitar lesiones por torsión a nivel del tobillo
  • Ser liviano y flexible para acompañar el movimiento natural del pie, con una base de apoyo estable.
  • Tener una horma ancha o redondeada para que los dedos se ubiquen libremente al interior.
  • Poseer suela antideslizante.
  • Incorporar algún sistema de absorción de impacto en la suela o en el interior del calzado.

3. Caminar “chueco”

Otro motivo de consulta frecuente es la forma de caminar de los niños. Los padres o abuelos se preocupan porque caminan con los “pies hacia adentro”. En la mayoría de los casos esta condición es normal y parte del desarrollo fisiológico de los niños.

Sin embargo, cuando la alteración de la marcha se asocia a caídas frecuentes, inestabilidad, incapacidad de desarrollar ciertos ejercicios en educación física, es mejor acudir a una evaluación ortopédica en Traumatología Infantil para descartar otras causas.

4. Rodillas arqueadas o juntas
 
Las deformidades angulares alrededor de las rodillas pueden ser de dos tipos: Genu Varo (piernas arqueadas) y Genu Valgo (rodillas juntas). Ambas se presentan en distintas etapas del crecimiento de los niños, y, hasta cierta edad, se consideran una alteración fisiológica o propia del desarrollo.

Es importante consultar cuando las rodillas arqueadas persisten más allá de los dos años. Si, por el contrario, camina con las rodillas juntas y los pies separados más allá de los 7 años, o si esto se asocia a dolor de rodilla, hay que consultar.
 
5. Pie plano
El pie plano se caracteriza por ausencia de arco longitudinal del pie en la región plantar interna. Si produce dolor, es conveniente evaluar y tratar.
A veces, el motivo de consulta es dolor en los pies o caídas y esguinces frecuentes; y es en esos controles donde frecuentemente se diagnostica el pie plano.

6. Escoliosis
Puede ser detectada en los primeros años de vida, mayoritariamente en casos de patología congénita o neuromuscular. Sin embargo, la escoliosis más frecuente se presenta en la adolescencia, cercana a la pubertad.
El 3 % de la población padece una anomalía de columna desviada, siendo niñas y mujeres las más afectadas.
 
7. Dolor de crecimiento 
Un motivo de inquietud de padres y abuelos son los denominados dolores de crecimiento. Su causa es desconocida y en terminología clínica se conoce como “dolor óseo recurrente benigno”. Se trata de episodios de dolor en extremidades inferiores, de predominio nocturno y que puede afectar a niños desde los 3 años. La característica más distintiva es que el dolor es difuso y al día siguiente de un cuadro de dolor no presentan síntomas.
 
Los padres deben preocuparse cuando:
 

  • El niño no quiere jugar o cojea en forma persistente.
  • Los dolores se presentan tanto de día como de noche.
  • El dolor no pasa con masajes o analgésicos.
  • El dolor es recurrente en un mismo lugar.
  • El dolor se asocia a baja de peso o decaimiento.

8. Fracturas y esguinces

El esqueleto de los niños está en desarrollo, esto es, no está completamente osificado, por lo que pueden ocurrir lesiones en las zonas de crecimiento activo del hueso, llamadas cartílago de crecimiento. Esas lesiones no son siempre evidentes en la primera radiografía que se solicita en el Servicio de Urgencia.

Una lesión a través de estos cartílagos de crecimiento puede producir deformidad en el hueso afectado a largo plazo, por lo que es importante la consulta precoz al momento del accidente y, en algunos casos, hacer un seguimiento anual con radiografías para descartar potenciales secuelas.

Fuente: Clínica Las Condes

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