Los recién nacidos tienen todos sus sentidos desarrollados, no hablan pero lloran de diferentes maneras que debemos aprender a reconocer y diferenciar.

Apenas salen del vientre materno, los vemos tan pequeños y frágiles que hasta nos da “miedito” tocarlos porque nos parece que se van a romper. Sin embargo, los bebés ya nacen con sus sentidos desarrollados y con características que les permiten comunicarse y hacernos entender sus necesidades. Los profesionales del Hospital Italiano de Buenos Aires elaboraron esta guía que nos ayuda a conocerlos mejor.

La visión

Los bebés ven desde el nacimiento y son capaces de alinear sus ojos con los de sus padres, si estos se colocan lentamente delante de ellos y a una distancia de 30 a 40cm. Prefieren las caras humanas a ningún otro objeto. También son capaces de imitar los gestos de los adultos y de moverse siguiendo el ritmo de una conversación

La audición

Es adecuada y oyen bien, prefiriendo las voces humanas, cualquiera sea el idioma utilizado. Reconocen perfectamente el sonido de la voz de su madre. Les gustan más los sonidos agudos y las frases repetidas. Los adultos en general al hablar con el bebé lo hacen con una voz diferente a la que usan para hablar con una persona grande. Además repiten frases y se “acercan” para hablarle. Esas acciones que hacen instintivamente ayudan a que el bebé les preste más atención y los vea y oiga bien.

El olfato

Los recién nacidos reconocen a su madre por el olfato y lo mismo pasa con diversos objetos que tienen en su cuna.

El gusto

Reconocer el sabor, en especial el de la leche materna.

El tacto
Las caricias los tranquilizan. 

Tienen todos sus sentidos desarrollados. No hablan, pero lloran con diferentes tipos de llanto, que la madre rápidamente aprende a conocer y diferenciar (hambre, dolor, molestia, etc.) por lo que constituye un buen medio de comunicación.

Los estados de conciencia

Para comprender y relacionarse mejor con es bebé, es conveniente reconocer sus diferentes estados de conciencia.

Sueño profundo: ojos cerrados, respiración regular sin ninguna actividad excepto pequeñas sacudidas.

Sueño ligero: ojos cerrados, se pueden observar, a través de los párpados, movimientos oculares. Poca actividad con movimientos no coordinados y sacudidas.

Somnolencia: semidormidos, con ojos semiabiertos o cerrados. Moderado nivel de actividad.

Alerta: mirada brillante, atención hacia la fuente de estimulación, mínimos movimientos.

Activo: considerable actividad, movimientos repentinos de agarrar en ambos miembros superiores y de empuje en los miembros inferiores. Puede estar agitado.

Llanto: suele ser intermitente y representa algo que el bebé desea transmitir (hambre, calor, frío, ganas que lo levanten o que le presten atención, etc.)

Estos estados nos muestran como en esos diferentes momentos se modifica la forma en que los niños responden a los estímulos.

Cuando el bebé llora, lo mejor será hablarle. Si no se calma, alzarlo/a, acariciarlo/a y caminar con él/ella. Comenzar a reconocer que cantidad de estímulos necesitan para calmarse. Cuando está en estado de alerta sostener su cabeza en la línea media, llamar su atención, y hablarle suavemente. Luego se puede mover la cabeza lentamente a la derecha y a la izquierda. El bebé seguirá el movimiento de nuestros ojos, si no lo hace, intentar hablarle con suavidad y habitualmente responde. Recordar que para que esto ocurra será necesario que se encuentre en estado de alerta y tranquilo, ya que de lo contrario es muy difícil atraer su atención.

Fuente: www1.hospitalitaliano.org.ar/home/pediatria

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