Aunque tiene mala prensa es una emoción que puede ayudar a los niños a ser cautos. Cómo acompañarlos para que se sientan seguros y tranquilos.

En esa maravillosa película que es Monster, Inc se muestra uno de los grandes temas de la infancia: los miedos. El temor a “monstruos” que muchas veces aparecen de noche y se esconden en roperos y bajo la cama. Monstruos que no se ven pero que cada nene, cada nena sienten reales y sobre todo, atemorizantes. Pero no solo se trata de “monstruos” que aparecen de noche, a veces el miedo llega con un ruido fuerte, las escaleras mecánicas, las personas disfrazadas, las tormentas, a quedarse con la tía o alejarse unos metros de ese adulto que los protege. “El miedo es un sistema de alarma primitivo que les permite a los niños/as evitar situaciones que puedan llegar a ser potencialmente peligrosas para ellos. Por lo tanto, los miedos son fenómenos adaptativos y frecuentes, absolutamente normales y especialmente comunes en la infancia y adolescencia.  De todos modos, el miedo es una emoción que se experimenta a lo largo de toda la vida, aunque obviamente las situaciones temidas varían con la edad”, nos dice Diana García Dilba, Psicóloga (M.N. 67.130) y nos brinda estas líneas para entenderlo mejor.

Los miedos son fenómenos muy comunes a lo largo del desarrollo de los niños/as: generalmente tienen origen en períodos de edades determinados, aparecen como temores, en general pasajeros y de poca intensidad, los cuales remiten espontáneamente a medida que el niño/a va desarrollándose y madurando. Los solemos llamar, justamente, “miedos evolutivos”.

La mayoría de los temores infantiles desaparecen solos a medida que los niños/as van desarrollándose y aprendiendo estrategias para afrontar situaciones temidas. De todos modos, siempre podemos ayudarlos evitando la sobreprotección, acompañándolos pero permitiendo que sean ellos los protagonistas de las soluciones ante los desafíos que les presenta la vida, es decir, no ir despejándoles de antemano el camino de todo tipo de inconvenientes, ya que si se encuentran siempre los problemas resueltos, no podrán desarrollar sus propis estrategias de afrontamiento.

El miedo tiene un lado muy positivo (a toda edad): nos hace dar cuenta de que creemos no tener recursos para enfrentarnos a una situación (puede que realmente no los tengamos o que creamos no tenerlos), ya sea un monstruo imaginario en el placard o un examen universitario… Pero una vez que detectamos que experimentamos la emoción del miedo, podemos encontrar esos recursos que creemos nos faltan (o realmente nos faltan) para hacer frente a esa situación temida.

Por esto, es sumamente importante que frente a los miedos de los niños/as: 

* respetemos y validemos sus emociones (no riéndonos de ellas, minimizándolas o negándolas, por ejemplo: diciéndole que no puede tener miedo porque ya está grande, que no sea ridículo de tenerle miedo a ese mosquito, que su hermano jamás tuvo miedo como él, etc.)

* escuchemos con atención sus comentarios, mostrémonos interesados por su relato, haciéndole preguntas al respecto

* estando cerca, físicamente con un abrazo y emocionalmente con un: comprendo lo que te pasa, acá estoy para vos.

* preguntándole qué necesita de nosotros ante esa situación que está experimentando (sin resolverle toda la situación, como dijimos anteriormente).

* ante situaciones nuevas, introducir cambios gradualmente, por ejemplo: visitar con él el jardín de infantes antes del primer día de clase, hablar con él al respecto, dibujar juntos el nuevo colegio, etc.

A veces el miedo se sostiene y no se va ya que el niño/a obtiene ventajas al respecto, por ejemplo: los padres los dejamos dormir en nuestra cama así no experimentan miedos por la noche, o los dejamos faltar al colegio porque tienen miedo a un examen. 

Incluso pueden recurrir a estrategias de evitación/ huida de esas situaciones que les dan miedo (por ejemplo, llanto para no dormir solos, o dolor de panza para no ir al colegio)

Por lo tanto, es muy útil fomentar y reconocer cada acto de valentía en nuestros niños/as, animándolos a que se enfrenten, de a poquito y respetando sus tiempos, a las situaciones que les dan miedo, felicitándolos cada vez que lo hacen.

Por último, recordemos dos temas fundamentales:

. que los miedos de los niños/as pueden originarse en los propios miedos de sus progenitores. Los niños imitan lo que observan de sus padres, inclusive los miedos…

. no usar al miedo como un mecanismo de control de nuestros hijos, por ejemplo, diciéndoles frases tales como: si no comés toda la comida, te tendrá que pinchar el médico; si no sos bueno, te vendrá a buscar la policía, etc.

Si nuestro hijo/a sostiene en el tiempo un miedo muy intenso, el cual lo afecta en su vida diaria, sería recomendable acudir a un buen psicólogo/a infantil para su evaluación y tratamiento.

Podés seguir a Diana García Dilba en su Instagram y FB: @dianagarciadilbapsicologa

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