Podemos decir que se trata del desarrollo de nuestros vínculos, que comienza en la primera infancia y repercute en la vida adulta. Guadalupe del Canto, psicóloga perinatal y especialista en desafíos reproductivos, entra en detalle sobre este tema desde la relación bebé – mamá.

Si sos mamá, estás embarazada o simplemente alguna vez hablaste con alguien sobre la idea de serlo, seguramente habrás escuchado hablar sobre el “apego”.  Todos los seres humanos nacemos con una necesidad biológica de establecer vínculos. Además, somos seres sociales y precisamos generar lazos con otros para crecer y desarrollarnos. Esta necesidad, que tendremos a lo largo de toda nuestra vida, comienza con la relación que establecemos con nuestra mamá, la primera persona que nos sostiene, contiene, abraza y calma.

El apego es un vínculo que se crea entre un bebé y un adulto. Específicamente, entre el niño y su madre, entendiendo que, en general, es la principal figura que nos cuida durante los primeros meses de vida. El apego se va desarrollando lentamente por fases a lo largo del primer año de vida, sobre la base de las interacciones repetidas y sostenidas. Si bien biológicamente asegura la supervivencia con lo cual es indispensable para el desarrollo del bebé, psicológicamente construye el sentimiento de seguridad por lo que también es indispensable para su crecimiento y desarrollo biopsicosocial.

Es importante que sepamos qué es el apego y qué tipo de vínculo estamos generando con nuestros bebés, porque la calidad de las relaciones de la primera infancia tiene un impacto muy fuerte en la salud mental. Es decir, en la capacidad de regular nuestras emociones, de contenernos, calmarnos, cuidarnos y manejar el estrés. Además, en estas primeras interacciones se va modelando la manera en que nos vamos a relacionar con los demás a lo largo de nuestra vida.

Aprendemos a relacionarnos con otro gracias al vínculo con nuestra mamá. Son estas primeras experiencias las que generan la aparición progresiva de un sistema de creencias, emociones, expectativas, pensamientos, recuerdos y comportamientos acerca de uno mismo y de los demás. Es un modelo interno de relaciones sociales, que continúa desarrollándose con el tiempo, junto a las distintas experiencias que vivimos, y a partir del cual vamos a desempeñar todos nuestros vínculos. Seguimos creando lazos de apego a lo largo de toda nuestra vida y sin duda podremos modificar o enriquecer el patrón. Pero las experiencias tempranas dejan una fuerte impronta.

En todas las díadas mamá-bebé se desarrolla un vínculo de apego; pero es seguro cuando el niño puede confiar en que su madre estará para atender sus necesidades fisiológicas y emocionales. Por el contrario, es inseguro cuando esto no sucede.

La buena noticia es que, para desarrollar un patrón de apego seguro con nuestros hijos, no necesitamos ser madres perfectas y cumplir con todas sus demandas, tampoco se trata de ser negligentes. Basta con ser “suficientemente buena”, sensible a las necesidades de su bebé, capaz de adaptarse empáticamente en cada etapa del crecimiento.

Los recién nacidos necesitan un mayor grado de adaptación, las mamás estamos en un estado de conexión casi simbiótico con ellos, y a medida que se van desarrollando nos vamos diferenciando. Al principio lograremos descifrar las necesidades de nuestro hijo con tanta exactitud que para el bebé es casi magia… tiene hambre y aparece la leche, tiene frío y aparece la manta…

Pero esto no puede ser así todo el tiempo, la madre empieza a fallar para que su bebé se desarrolle. No se trata tampoco de estar en falta todo el tiempo, sino de aceptar que no podemos estar disponibles al cien por ciento. De esta forma, le daremos la seguridad a nuestros hijos de que brindaremos respuesta dentro de un cierto margen. En definitiva, se trata de fallar en medidas que sean tolerables para el estadío de nuestro bebé.  

Sobre la autora

Lic. Guadalupe del Canto
Psicóloga perinatal y especialista en desafíos reproductivos

Es Psicóloga, terapeuta cognitiva y mamá de tres varones. El nacimiento prematuro de su segundo hijo la llevó a especializarse en perinatal y a acompañar a otras madres en situaciones similares.
Luego fue ampliando su foco para incluir los desafíos reproductivos, el impacto del diagnóstico genético y la preparación integral para la maternidad con el objetivo de acompañar a madres en diferentes situaciones.

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Autor

Psicóloga Perinatal y Especialista en Desafíos Reproductivos.

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