Algunas sugerencias para afrontar las bajas temperaturas y alejar enfermedades.
Con la llegada de los días de frío, muchos papás temen que sus hijos se enfermen con más frecuencia. Sin embargo, los niños son menos vulnerables a las bajas temperaturas que los adultos ya que suelen ser más activos; corren más, saltan y eso les facilita entrar en calor.
Las bajas temperaturas no son la causa originaria de las enfermedades respiratorias, sino la llegada de ciertas epidemias, como la gripe, que por lo general hacen su aparición en otoño e invierno. La causa más directa de que los chicos padezcan más enfermedades, sobre todo de tipo respiratorio, es que el frío dificulta los movimientos de los cilios – una especie de pelitos muy finos que recubren por dentro el aparato respiratorio – cuya función es atrapar los gérmenes y expulsarlos, pero que con las bajas temperaturas permanecen agarrotados, por lo que no cumplen su función con eficacia.
El frío frena la eficacia de las defensas del aparato respiratorio y los gérmenes atacan con más facilidad al organismo. Para ayudar a prepararse al primer invierno con un recién nacido, compartimos algunos consejos prácticos:
1. Durante los meses de frío hay que evitar abrigar de manera excesiva al bebé o mantenerlo en lugares con la calefacción muy elevada, que le puedan provocar un sobrecalentamiento corporal. Abrigar las manos, pies y oídos, que son las partes del cuerpo más vulnerables al frío. Al cubrirlas con guantes, calzado adecuado y gorro, evitamos la aparición de sabañones (lesiones en la piel) u Otitis.
2. Es importante no exponer al lactante a bruscos cambios de temperaturas y tratar de salir con él en las horas centrales del día cuando los contrastes son menos fuertes y aunque haga frío. En países nórdicos, como Suecia o Finlandia, donde el frío es la tónica general todo el año, se acostumbra a los niños, incluidos a los de corta edad, a estar al aire libre todos los días, aunque la climatología sea adversa. No hay inconveniente en exponerse al frío, ya que de esta manera se mejora su adaptabilidad a las bajas temperaturas.
3. En el entorno del bebé hay que mantener una temperatura constante que ronde los 20ºC y un nivel de humedad del 50 %, como mínimo. Un niño puede salir aunque haga frío o nieve si está bien protegido. Lo ideal es el truco de “la cebolla”: vestirlo con varias capas de ropa, aunque sean finas. De esta manera, se crea una cámara aislante de aire entre una prenda y otra.
4. La temperatura corporal del bebé debe controlarse en la nuca y en el cuello. El mecanismo de termorregulación del recién nacido aún no está del todo desarrollado, por lo que otros signos (color de la piel, sudor, manos frías o calientes) pueden inducirnos a equívocos.
5. Un ambiente demasiado seco puede impedir que el organismo del lactante expulse de manera correcta las impurezas, dado que la nariz se obstruye y esto puede ocasionarle dolor de garganta y tos.
6. Durante las estaciones más frías es frecuente la aparición de mucosidad más abundante, por lo que hay que mantener la higiene de las mucosas del bebé a través del empleo continuado del suero fisiológico y del aspirador nasal.
7. Es importante hidratar la piel del bebé con cremas humectantes, si es posible de origen vegetal, así como pomadas calmantes y reparadoras para la zona de los labios, que se puede ver afectada por el viento.
8. Dado que sus defensas son todavía débiles, la alimentación equilibrada es esencial, ya que favorece un sistema inmunológico eficaz.
9. El calendario de vacunación actualizado es un escudo protector contra enfermedades infecciosas, como el sarampión o la varicela. Con todas estas precauciones ya podemos decir ¡hola días fríos, no les tenemos miedo!
Fuente: Deusto salud