La ley establece la obligatoriedad escolar a partir de los cuatro años. Sin embargo, muchas familias eligen comenzar la escolarización antes.

El jardín de infantes es uno de los espacios fundamentales en el desarrollo de los chicos; el lugar donde empiezan a construir su grupo y espacio propio y se comienzan a reconocer como sujetos diferenciados de su familia. En la Argentina la ley establece la obligatoriedad escolar a partir de los cuatro años, pero muchas familias deciden que sus hijos sean escolarizados a partir de los dos años.

“Al principio dudaba si anotar a mi hija en salita de dos. La veía muy pequeña. Pero con la pandemia y la obligatoriedad de quedarnos en casa la noté muy demandante conmigo y a su vez, cada vez que se cruzaba con un chico de su edad se ‘desesperaba‘ por socializar. Así que decidí anotarla en un jardín de la zona”, relata Cecilia Casas, visitadora médica y mamá de Olivia. Una situación similar narró Dalma Maradona en el programa radial “Un día perfecto”. La hija de Diego Maradona contó que aunque pensaba esperar un poco decidió anotar a su hija, Roma, que acababa de cumplir dos años en un jardín porque cada vez que se encontraba con otros niños deseaba quedarse jugando.

“Es importante que un niño concurra a un jardín maternal o sala de dos para la construcción de su subjetividad. Ya la viene construyendo y lo seguirá haciendo en todo el jardín. Al comienzo, el niño y su mamá es una sola cosa. La institución escolar instaura matices de aprendizaje que serán el sostén para que él más adelante pueda vincularse socialmente”, explica María Sol Cantera, licencia en Psicopedagogía y ex Inspectora de la  modalidad de Psicóloga comunitaria y Pedagogía social de la dirección  de Educación de la provincia de Bs As en el distrito de Malvinas Argentinas y agrega que “Es en el jardín, es en esa relación con otros niños y con otros adultos que él comenzará a armar lazos y vínculos sociales con los otros”. 

Otra cuestión uy importante que se comienza a trabajar en el jardín es el desapego y la construcción de un “yo” diferente a “los otros”. “El jardín brinda la posibilidad de  una construcción de lo que implica la propia singularidad de un niño. Para eso primero, el niño y la niña deben poder separarse de sus papás para después poder instaurarse como ellos mismo y establecer relaciones con los otros”, señala Cantera. Aunque cueste es el primer paso para romper la díada madre-hijo, una relación bastante fuerte y que por momentos, es entre ellos dos. Por eso, se necesita salir de ahí para poder armar otras con otros. 

El jardín no solo es un espacio para crecer en lo social, también un lugar de afecto y un lugar donde aprender… paciencia. Esbel Blanco es maestra jardinera y señala que “en la salita los nenes no solo socializan. Poco a poco aprenden a salir de su egocentrismo porque en su casa toda la atención de la mamá es para ellos. Pero en el jardín la maestra atiende a varios y deben aprender a esperar. Además los ayuda a ordenar sus horarios. Pasan a ser más independientes ya que todas las actividades que se les proponen apuntan a favorece su autonomía.

A algunos papás les llaman la atención los materiales que se piden. Espuma de afeitar, polenta, botellas vacías son algunos de los elementos. “Todo lo que se hace en el jardín es un aprendizaje lúdico. Es al tocar y experimentar con esos materiales y sus diferentes texturas que los chicos van conociendo y reconociendo otro mundo. Cuando les proponemos dibujar con tizas en el suelo no se pretende algo figurativo sino garabatos” dice Blanco que además remarca que todas las actividades apuntan a favorecer su independencia y a que reconozcan que hay otro niño. 

Acompañados por sus docentes, los chicos de dos años además encuentran un espacio de juego y también de desarrollo del lenguaje. El jardín los estimula para que puedan crecer y avanzar. 

Muchas familias prefieren no inscribir a sus hijos en sala de dos por temor al contagio de enfermedades, pero algunos especialistas señalan que el contacto con pares ayuda a la inmunización. 

Por último, en la mayoría de las familias tanto la mamá como el papá trabajan muchas horas, y llegan cansados a casa, con pocas ganas de jugar o pasar un momento distendido con los chicos. Muchas veces las pantallas se convierten en el principal estímulo, de los niños y las niñas, por eso el Jardín ofrece a las familias un espacio de contención, estimulación, exploración y aprendizaje compartido que los ayuda a transitar con alegría una etapa fundamental de la vida.

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