Morder es una conducta muy común en niños pequeños y lo hacen por motivos muy diferentes. Aunque sea un comportamiento típico no significa que debamos aceptarlo. Algunas pistas para actuar con los “mordedores”.
Nuestro hijo salió de la guardería con una sonrisa gigante, pero cuando lo vamos a abrazar notamos la marca de una mordedura en su brazo. Por la forma es evidente que se la hizo un compañerito de sala. También puede ocurrir que otra familia nos mire con recelo porque fue nuestro hijo el que mordió al suyo.
Ante estas situaciones la maestra seguramente nos tranquilizará. Si algo saben docentes y psicólogos es que, cuando un niño muerde a otro, si bien supone una forma de agresión, a menudo es un hecho ocasional que no supone ningún problema grave. Es frecuente que algunos chicos que no hayan desarrollado del todo el lenguaje usen el cuerpo como forma de expresión, utilizando los mordiscos para manifestarse. Además no son conscientes del dolor que le causan a otros con esta acción.
La mayoría de las mordeduras suelen ocurrir cuando los chicos están bajo la vigilancia de una persona desconocida, en grupo o en jardines de infancia, y no en presencia de los padres, aunque algunos también lo hacen bajo su mirada.
Aunque es común que los niños muerdan cuando están jugando, este comportamiento necesita atención inmediata. Los mordiscos, además de dolor físico, suelen ser causa de peleas entre compañeros de juego y los “mordedores” también corren el riesgo de ser aislados por sus compañeros.
Es muy importante que los padres no se centren sólo en el hecho de morder, sino que averigüen las causas subyacentes por las cuales el niño siente la necesidad de hacer esto. Es posible que se deba a un sentimiento de frustración, de soledad, de impotencia, de celos, o a una necesidad de afecto o autonomía. Puede ser que tenga hambre, que les estén saliendo los dientes, que esté imitando a otro niño, que se sienta frustrado o que simplemente esté descubriendo la ley de causa y efecto.
Si estos motivos se atienden correctamente, la necesidad de morder desaparecerá. Enojarse, amenazar o castigarlo no ayudará, ya que se trata de reacciones que no van dirigidas a la causa real del problema y, al contrario, pueden provocar que el niño muerda todavía más.
¿Cómo actuar ante un niño que muerde?
Así como es común que los niños muerdan a temprana edad, también es frecuente que dejen de hacerlo a medida que van creciendo. No obstante, saber esto no tranquiliza a los padres de los pequeños que tienen esta conducta. Y menos aún a los padres de los niños que son mordidos. Por eso ante un niño intenta morder a otro, se pueden seguir algunas pautas:
- Si está a punto de morder sin perder la calma, apartarlo de la situación y explicarle por qué está mal lo que hace. “Está mal morder; no voy a permitir que muerdas a tu amigo”.
- Si no pudimos evitar que muerda a otro, inmediatamente debemos decirle “no”, con un tono calmado pero firme y mostrando desaprobación. Ni gritar, ni humillar o insultar.
- A un niño de 2 o 3 años explicarle que “Morder puede hacerle mucho daño a las personas”.
- En ningún caso morder al niño para mostrarle cómo se siente uno cuando le muerden. Eso sólo provocará que adopte también un comportamiento agresivo.
- Si el niño persiste y sigue mordiendo a otros niños, por un rato, pero sin tratarlo con frialdad, no jugar con él. Así descubrirá que el hecho de morder no sirve para captar tu atención.
- Involucrarlo en el cuidado y la atención del niño que mordió. Así podrá percibir que su acción causó daño y dolor.
Si todo esto no funciona y el niño sigue mordiendo a sus compañeros, los padres tendrán que consultar a un psicólogo.
Fuente: Hospital San Juan de Dios, Barcelona