Televisores, computadoras, teléfonos celulares y todo tipo de artefactos con pantalla atraen su atención, pero ¿es recomendable su manejo cotidiano?

Tocar un botón, mover un mouse, hacer un click: acciones sencillas que nos permiten interactuar con las pantallas. Esos cuadros con imágenes sorprendentes, que ejercen sobre la mayoría de la población una gran atracción. Los chicos, que nacieron con diferentes tipos de pantallas a su alcance, parecen expertos en su manejo. Sin embargo, no por eso deberían, según los especialistas, estar hiperconectados o usarlas sin el monitoreo de un adulto.

Todos los que tenemos contacto con “las pantallas” sabemos que las actividades que nos ofrecen son variadas y muy atractivas. Algunas tienen que ver con lo lúdico y otras con la socialización, la comunicación, la expresión, el intercambio o la pertenencia a grupos de interés, entre otras. 

Justamente la fascinación que los chicos sienten por las diferentes tecnologías radica en la diversidad de lo que proponen. Por un lado sirven para jugar pero también la mayoría de las aplicaciones ponen en juego las capacidades de aprendizaje y exploración de los chicos. Invitan a la curiosidad, un “toque” abre posibilidades que parecen infinitas y sin que requiera mucho esfuerzo. Además están diseñadas de una forma tal que la navegación sea atrapante y sobre todo, invite a bajar la aplicación pero no a “bajarse” de esa propuesta.

Chicos y grandes pueden pasar horas con un videojuego, en una red social o con alguna propuesta. “El atractivo por las pantallas tiene que ver con la interactividad, lo que estas devuelven desde las imágenes, el sonido o lo que proponen”, explica Ana Monzani, psicopedagoga pero aclara “el problema es que dejan escaso espacio para la imaginación o para interactuar de modo real y no virtual con otras personas”.

En los últimos años y sobre todo con las restricciones que impuso la pandemia, la tecnología fue ganando terreno no solo en casa,  también en la escuela. Los expertos consultados coinciden en que el problema no es que los chicos se acerquen al mundo digital, sino que lo hagan sin la supervisión y el acompañamiento de un adulto, y durante un excesivo y prolongado período de tiempo. 

Acompañados

“Aunque resulte antipático y muchas veces provoque el enojo de los chicos, los adultos deben tomar decisiones sobre la tecnología –remarca Monzani- si un chico pasa demasiado tiempo frente a una pantalla es porque hay una decisión que alguien no tomó”. Con los chicos más grandes es importante que la familia no desatienda la formación de criterio y fomente la discusión sobre lo que pasa en la pantalla. 

Por otra parte, lo que falta en muchos casos es el relato sobre lo que se hace en la computadora, el teléfono celular o al mirar la televisión, por lo que la oralidad se pierde o disminuye. Los padres deberán ir manejándose  entre  el  control  y  la confianza  a  medida  que  los  niños  crecen,  para  ir  dándole  cada  vez  más  espacio  al  desarrollo  de  su personalidad y a la búsqueda individual. 

Y por casa cómo andamos

Llegamos a un tema difícil, además del rol en relación al monitoreo, los padres también son ejemplos a seguir. “Resulta extraño y hasta incoherente pedirles a los más chicos que apaguen su computadora, que no lleven el celular a la mesa si nosotros no nos despegamos de las pantallas: propongo que se establezcan pequeños momentos cotidianos de encuentro sin estar pendientes de los teléfonos, casillas de correo o tareas laborales”, invita Ana Monzani. 

Esta idea no resulta descabellada. El mismísimo Bill Gates reveló que en su familia, a la hora de comer los celulares estaban prohibidos. El cantante Ed Sheeran admitió hace algunos años que no tenía teléfono móvil ni quería volver a utilizarlo, al menos por un tiempo. Su propósito de 2017 fue mantenerse sin smartphone y sin Internet y parece ser que lo cumplió. “Antes me levantaba por las mañanas y tenía 50 mensajes de gente pidiéndome que hiciera cosas, estaba bien al principio pero al final te consume. Recomiendo a todo el mundo que lo pruebe”. Entre los artistas locales, Guillermo Francella contó que a las 20 horas apaga todas las pantallas. Juana Viale explicó que en su familia está prohibido el celular en la mesa y que restringe las horas que sus hijos pasan frente a las pantallas. Natalia Oreiro contó que cuando su hijo le pide tecnología no se la niegan pero le presentan otras opciones como realizar tareas de carpintería con su papá, Ricardo Mollo.

¿Peligrosas?

Alrededor del mundo, se realizan actualmente estudios para conocer los efectos que la exposición excesiva a las pantallas producen en los chicos.

Una investigación del Instituto de Juegos y Apuestas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (IJACBA), realizado en colaboración con el ministerio de Educación porteño, asegura que la utilización de videojuegos incide en una disminución del rendimiento escolar. 

Por otro lado, un estudio de la organización civil española Fundación Rementería, focalizada en la asistencia sanitaria oftalmológica, sostiene que los chicos que pasan menos tiempo al aire libre tienen un mayor riesgo de miopía. 

La Sociedad Argentina de Pediatría, por su parte, indica que la mayoría de los niños y adolescentes ven en promedio tres horas de televisión por día, y que en muchos casos esto favorece la obesidad. 

La Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda que los menores de 2 años no utilicen este tipo de tecnología, que cada casa cuente con zonas libres de pantallas y que chicos y adolescentes no las usen por más de dos horas por día. Además, propone incentivarlos a realizar actividades al aire libre, leer y usar su imaginación para jugar. 

Para evitar que el tiempo de pantallas ocupe casi todo el tiempo será necesario que el adulto le proponga a los chicos divertirse con juegos de mesa, juegos al aire libre, algún deporte. Actividades que los incentiven a mover el cuerpo y salir de ese micro mundo que a veces son las pantallas

Chicos y pantallas sí, pero acompañados, con formación de criterio y en los momentos adecuados. Habrá que animarse en familia a desconectar y desconectarse por un rato de los aparatos y retomar el placer del juego, de la charla. Porque la tecnología es aliada y nos rodea, lo importante es integrarla, que nos acompañe pero que no nos invada.

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