Los hijos no vienen con un manual de paternidad. Guiarlos y acompañarlos no es sencillo, pero tampoco imposible. Algunas pistas para estar preparados y afrontar el desafío de la paternidad
Desde los comienzos de la humanidad la crianza de los hijos representa un desafío y también una gran responsabilidad para los padres. Siglos atrás las personas enfrentaban desafíos que hoy nos resultan impensados. Actualmente, la crianza de los hijos presenta nuevos retos. El mundo de la tecnología, las redes sociales, los nuevos modelos de familia, la presión por ser más empáticos y menos autoritarios son algunos de los desafíos que enfrentan los padres siglo XXI.
Ante lo nuevo no existen manuales de crianza perfectos y la única manera posible de superarlos es con creatividad, paciencia y comprensión. Todo esto se potencia si se tiene en cuenta que muchos padres pertenecen a la Generación Millennial (que abarca aquellas personas nacidas entre 1978 y 1992) mientras que sus hijos se ubican dentro de la Generación Z (es decir, aquellas personas nacidas entre 1995 y 2001). Esto obviamente presenta una serie de características y desafíos propios de la época.
Aunque resulta relativamente sencillo realizar un “diagnóstico” de la situación, la gran pregunta es cómo criar a los hijos en el mundo actual. Y aunque no haya certezas de un “tratamiento adecuado”, sí hay pistas. Especialistas pero también el sentido común nos dicen que una de las claves es proporcionarles a los hijos un entorno enriquecedor en el que sus opiniones sean escuchadas y tenidas en cuenta. Uno de los aspectos más importantes de la crianza es comprender las necesidades y deseos de los niños. Como padres, es crucial escuchar sus opiniones y respetar sus deseos al tiempo que se establecen límites.
Hasta finales del siglo XX era común un modelo de padre más autoritario o todopoderoso. Era frecuente que un diálogo familiar terminara con un tajante “es así porque te lo digo yo”. Los padres daban órdenes antes que explicaciones y se valoraba un hijo obediente antes que uno autónomo. Tampoco estaban bien vistas algunas expresiones de cariño, sobre todo en el entorno masculino, ya que se lo asociaba con debilidad. Hoy esos modos de crianza resultan no solo obsoletos sino inconducentes.
Durante toda la vida, y especialmente en los primeros años, es esencial que los adultos les proporcionen un entorno afectuoso a sus hijos para que ellos se sientan seguros, protegidos y aceptados. Para lograr esto no se precisan fórmulas mágicas ni herramientas extrañas, solo es necesario establecer un diálogo abierto entre padres e hijos. La conversación, y no el monólogo, el hablar y escuchar contribuirá a crear un vínculo de confianza y comprensión. Conocer qué motiva a los hijos a hacer lo que hacen y qué les interesa no solo es beneficioso para guiarlos a través de los retos de la vida, sino que nos ayuda a afianzar lazos familiares y construir un vínculo que no solo se hereda.
Otro aspecto que cambió profundamente es el de los consumos. La publicidad para que compremos objetos que aparentemente nos llenarán de felicidad es continua y constante, a lo que se suma la influencia de las redes donde personas que no conocemos nos dicen qué debemos tener -antes que ser- para alcanzar la felicidad. Si hasta hace algunos años el mundo del consumo solo se limitaba a lo que se ofrecía en publicidades televisivas, hoy la oferta de bienes nos rodea. Y no solo eso, obtener ese objeto que se desea suele estar a un click de distancia.
Todo esto implica una serie de situaciones que los padres enfrentan y que en el día a día generan situaciones de incertidumbre y zozobras. El acceso a la información en todo momento y lugar que tienen sus hijos los enfrenta a complejos desafíos. El uso, control y restricción de las pantallas supone situaciones de tensión en las que el método de prueba y error juega un papel fundamental. Ante esto la solución no es rendirse sino buscar ese equilibrio entre amor y cuidado, ternura y norma, respeto y autonomía. Un exceso de normas anula la capacidad de pensar, pero la falta absoluta de normas tampoco contribuye a la educación emocional.
Finalmente, otro desafío que los padres deben enfrentar es el exceso de información, factor que se agudizó con la llegada de la tecnología digital. Sin dudas nos encontramos en una cultura en donde la información es accesible y fácilmente compartida, lo que significa que ahora hay más contenido para consumir.
Lo mencionado significa que los padres enfrentan el dilema de si deben o no limitar la cantidad y la frecuencia con la cual sus hijos revisan las noticias o buscamos recursos. Además, deben filtrar las fuentes para evitar la desinformación y siempre prestar atención a los detalles que puedan surgir a partir de las búsquedas realizadas.
Ser padres es una vocación y también una opción. El reto de allanar el camino, que puede encontrarse en la actualidad a un clic de distancia, implica una tarea que día a día se debe enfrentar si se busca cumplir los objetivos a largo plazo y poder tener una experiencia saludable al ser papás y lograr lo que todos anhelamos: que nuestros hijos sean felices.