El pequeño está alimentado, con los pañales recién cambiados y acunado con ternura, pero llora a todo pulmón y no parece calmarse con nada. Todo indica que llegó el temido cólico infantil.
Con la sinceridad que la caracteriza, luego del nacimiento de Ramiro, su tercer hijo, Florencia Peña escribió en sus redes: “Noche de fiesta. Pañales, mamaderas, cólicos, cólicos y cólicos. Sacrifíquenme. No sirvo para nada”. Con una selfie de entrecasa, la actriz ponía en palabras dos de las “pesadillas” más conocidas de toda madre: pañales y mamaderas. Pero también nombraba a esos temibles atacantes que angustian a padres y recién nacidos: los cólicos.
“Los cólicos son el dolor que se produce por la acumulación de gases en la panza” explica Federico Díaz, médico pediatra (MP 232337) y sigue “es habitual que en los primeros meses los bebés los padezcan porque los músculos del estómago no están desarrollados y esto favorece la retención de gases”.

No aparece fiebre, diarrea ni otros indicios atemorizantes, pero el bebé llora de un modo tan inconsolable que no quedan dudas de que siente un dolor agudo. El llanto suele venir acompañado con enrojecimiento de las mejillas, tensión en los músculos abdominales y retracción de las piernas sobre el abdomen. Los períodos pueden ser cortos o prolongados, los síntomas aparecen a las dos semanas de nacer y desaparecen entre los tres y cuatro meses.
El origen de los cólicos permanece sin aclarar. Aunque no hay evidencia de que alguna intervención terapéutica sea verdaderamente efectiva existen algunos paliativos. En su artículo Cólicos del lactante, María Cecilia Pasaro, médica del Hospital “Noel Sbarra” de La Plata enfatiza la importancia de modificar la actitud de los padres para que el bebé perciba compresión y paciencia.
Por su parte, Díaz aclara que es importante que el bebé logre succionar el pecho materno o la mamadera con la técnica adecuada para que no ingrese aire: “Al mamar, el bebé debe rodear con sus labios el pezón para que haga como una ‘sopapa’ que evite la entrada del aire. En el caso de la mamadera, la tetina siempre tendrá que tener leche”.
Los masajes también ayudan. El más conocido es el “de la bicicleta” que consiste en tomar las dos piernas, llevar una hacia el estómago y tirar de la otra en forma sucesiva. Otra posibilidad es “caminar” con los dedos sobre la panza del bebé en el sentido de las agujas del reloj. Por último, poner al niño boca abajo y darle suaves golpecitos en la zona lumbar.
Entre los especialistas existe unanimidad en lo que jamás se debe hacer. “Algunos papás en su desesperación les preparan té de payco o anís estrellado, infusiones que suelen calmar a un adulto pero a un bebé lo puede intoxicar”, advierte Moira Taicz, pediatra en el Hospital Garrahan (MN 110.979). Algún bisabuelo quizá aconseja frotarlos con alcohol, “otro gran error que también puede intoxicarlos”.
Susana Monzani, docente y mamá de Lautaro y Camilo, recuerda que lo más difícil de afrontar fueron los cólicos. “Con mi marido probamos todo para calmarlos. Masajes, cambio de mamaderas, distintas maneras de mecerlos, todo sin éxito hasta que un día desaparecieron”. De ese tiempo sacó una reflexión que comparte con sus amigas primerizas. “Creo que la vida ‘inventó’ a los cólicos para enseñarnos que más de un vez nuestros hijos sufrirán y solo podremos abrazarlos”.
La receta más efectiva parece ser mucha paciencia y la certeza que así que como los cólicos en un momento llegan sin avisar, también se van. Y lo mejor, no vuelven.