Diarrea, gases, dolor abdominal; síntomas que se ven, pero que también se adivinan, ya que el bebé no los puede expresar, si toma pecho, ¿será intolerante a la lactosa?; si consume leche maternizada, ¿tendrá alergia a la leche de vaca?
Si bien no dejan de ser casos poco comunes, lo cierto es que las alergias alimentarias se presentan en 1 de cada 20 niños menores de un año. La más frecuente es la alergia a las proteínas de leche de vaca, con una prevalencia estimada de entre el 1,8 % y el 7,5 % en el primer año de vida.
Ya cuando empiezan a comer, se suman otros alimentos proclives a generar alergias en la edad pediátrica, como huevo de gallina, trigo y soja.
¿Es lo mismo la intolerancia a la lactosa que la alergia a la leche de vaca?
No. Estas condiciones – en general- se prestan a confusión, pero si bien pueden
presentar una sintomatología parecida se trata de cuestiones diferentes.
“Son patologías distintas. La alergia solo se da en
las proteínas que tiene la leche de vaca, la lactosa en cambio es un azúcar que
también está en la leche materna. Las intolerancias las manejan los gastroenterólogos”,
señala la Dra. María Eugenia Gervasoni, pediatra Especialista en Alergia e
Inmunología Infantil y Miembro del Comité de Alergias Alimentarias y Anafilaxia
de la AAAeIC (Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica).
Es decir que, la intolerancia es un problema digestivo que no involucra riesgo
de vida, mientras que una alergia es capaz de generar reacciones como el shock
anafiláctico, que implica posibilidad de muerte.
¿Si la mamá amamanta el bebé puede sufrir alergia a la leche de vaca?
Parece extraño, pero sí. Es que, tal como explica Gervasoni: “Cuando la madre
que amamanta consume leche de vaca, las proteínas pasan por el pecho, pudiendo
producir alergia en el niño amamantado exclusivamente con el pecho materno,
pero en menor porcentaje que si además le diera fórmula de leche de vaca o si se
alimentara sólo con esta”.
¿Cuándo consultar al pediatra?
Ambas patologías suelen desencadenar cuadros parecidos, aunque variables entre
un niño y otro. “En los niños suelen presentarse síntomas gastrointestinales
inespecíficos, como náuseas, vómitos, diarreas o deposiciones con moco y
sangre, reflujo, cólicos severos (llanto inexplicable persistente) y dermatitis
atópica severa o de difícil tratamiento” cuenta la Dra. Karina López, Pediatra
Especialista en Alergia e Inmunología Infantil y directora del Comité de
Alergia Alimentaria y Anafilaxia de la AAAeIC.
Cifras en
aumento
Los números demuestran que cada vez más personas, tanto niños como adultos,
sufren de alergia alimentaria. Si bien esta condición es genética, hay ciertos
factores socio ambientales que favorecen su desarrollo. “La deficiencia de
vitamina D en la madre, el aumento del número de nacimientos por cesárea
generando cambios en la microbiota del niño (la colonia de bacterias que se
aloja en el intestino), la introducción temprana de fórmulas de leche de vaca y
cambios en los hábitos dietarios con una mayor incorporación de alimentos
potencialmente alergénicos contribuyen a este aumento”, concluye Gervasoni.
Especialistas consultadas:
Dra. Karina López – MP 13.944
Dra. María Eugenia Gervasoni – MP 12.690