La maternidad no siempre es tan idílica como nos muestran algunas revistas y películas. Hace trece años, Susana Ceballos, periodista fue mamá de los mellizos, Lautaro y Camilo. Aunque había leído decenas de artículos y libros sobre embarazo y maternidad, cuando tuvo a los bebés en sus brazos y sobre todo durante todo el primer mes sintió que se le amontonaban las preguntas, pero ninguna respuesta. Cuando sus hijos crecieron decidió escribir este texto humorístico con sus impresiones y que suele entregar a sus amigas mamás primerizas. Hoy lo compartimos con ustedes.

Aunque todas las mamás somos distintas tenemos algo en común, alguna vez fuimos o somos ¡madres primerizas! Ahora que mis niños crecieron puedo asegurar, que el primer mes fue el más espantoso, agotador, terrible, decepcionante y maravilloso de mi vida. Había días que deseaba:

  • Asesinar a todas las actrices, modelos y princesas que paren y a los cinco minutos están flacas, espléndidas y sin estrías.
  • Prohibir las revistas y portales de noticias con fotos donde madres famosas posan sonrientes, impecables, con el bebé dormido y con cara de “todo es maravilloso”. 
  • Destruir todas las imágenes donde aparecen recién nacidos sonrosados, dormiditos y cuasi angelicales. Los míos lloraban cada tres horas y si no les daba de comer más que casi ángeles eran casi torturas.
  • Desmitificar todo lo que vimos y oímos sobre dar la teta como acto sublime de amor. ¡Caramba! En general, nadie cuenta que amamantar duele, molesta y hasta que una logra regular la leche, por mucha o por poca que tenga, siente que porta el pezón asesino (porque el dolor nos mata) o dos canillas con el cuerito roto.
  • Inventar una cicatrización acelerada, post cesárea, que nos permita volver a caminar 100 metros sin sentirnos peor que si hubiéramos peregrinado hasta la basílica de Luján.
  • Que el llanto de un bebé por más que sea el de tu hijo es uno de los sonidos más molestos de la tierra.

Así que no te preocupes si las primeras semanas te la pasás con ganas de llorar, odiás el pijama que hace una semana no te cambiás y lo único que te preguntás es cuándo vas a recuperar tu vida. De todas las frases que se dicen para alentar, consolar o acompañarme, rescato dos. Una, la pronunció una pediatra: “No te preocupes. Esto pasa, los bebés no son así eternamente”. Y la otra, me la recordó una enfermera. “Son nenes sanos. Y eso es una bendición”.

Cuando nos entregan a nuestros bebés nos indican vacunas y algunas normas. Pero los recién nacidos no vienen con manual de instrucciones. Habrá que hacer lo que se puede como se puede.  Pedir ayuda amablemente o a los gritos. Permitirse la pregunta ¿esto era la maternidad? Aceptar cuando estamos “rotas” de cansancio y que ese bebé soñado nos provoca momentos de pesadilla.

Sin embargo, también empezaremos a descubrir que esa personita tan cercana y a su vez por ahora tan extraña, nos provoca un amor tan intenso, visceral y profundo como jamás sentimos por ningún otro ser de la tierra. Y entonces, a pesar del cansancio nos saldrá una sonrisa gigante y nos diremos con orgullo: Soy mamá.

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