Para los adultos y también para los chicos, una mudanza genera una situación de gran estrés. En medio de los canastos y los muebles embalados, los chicos necesitan “saber de qué se trata”

La palabra mudanza se relaciona con muchas otras: cambio, traslado, salida, marcha, despedida. No es solo un cambio de casa, es un acontecimiento que impacta y modifica la vida de la familia y de cada uno de sus miembros. Tanto los adultos como los chicos se enfrentan por una parte a lo nuevo -un barrio distinto, otros amigos, mayor o menor comodidad, etc- y por otro, a una pérdida. No es fácil dejar a los vecinos que uno conoce “de años”, a la casa que hasta ese momento era un “hogar”, abandonar los cuartos que eran un refugio seguro y conocido. Según la reconocida psicopedagoga Sara Pain, si un niño se muda siente que una multitud de aprendizajes construidos en interacción con su medio y pequeños saberes; como por ejemplo la distribución de los ambientes, los objetos, las rutinas familiares, los vecinos, amigos, familiares, el Jardín o la escuela, se pierden a veces irremediablemente. Por eso, es frecuente que en medio del proceso de la mudanza aparezcan sus temores en forma de pregunta cómo qué va a suceder con sus juguetes, dónde van a ubicar su cama, si van a tener sillas para sentarse, si los amigos lo podrán visitar y los abuelos e incluso ¡Papá Noel! sabrán dónde vive. Porque inconscientemente, el niño puede sentir que cada cosa nueva que aprende reemplaza a otra que se olvida y él no desea olvidar ni tampoco aceptar que lo nuevo significa renunciar a lo anterior.

Para que la mudanza no se convierta en una experiencia traumática es importante que los adulos acompañen a los niños. La psicopedagoga y doctora en Educación, María Ana Monzani dice que “es importante que los niños tengan la oportunidad de elaborar las pérdidas, integrando el pasado en el presente, a través de una activa participación en el cambio incluso en el mismo acto de mudanza”. En medio de los canastos de mudanza, muchos papás, les piden a sus hijos que elijan y guarden los juguetes que desean y pueden llevar; antes les permitieron elegir el cuarto de la nueva casa que van a ocupar o el color de la pintura de las paredes. Para Friera también es importante que “los chicos puedan recordar los momentos pasados en el lugar que se deja, los espacios, las personas que quizá no volverán a ver”. Para cada miembro de la familia esa casa estuvo y es parte de la vida de cada uno; por eso se la recuerda y se la nombra sin angustia, pero  con memoria. Esa evocación será parte de un nuevo aprendizaje, de lo contrario el niño puede vivir la mudanza como una pérdida o un castigo 

Por otra parte, cada chico tiene formas distintas de expresar sus sentimientos. “No podemos decir que aparecen conductas o síntomas típicos relacionados con este conflicto –opina Monzani- sino que dependerá de la singularidad de cada niño y de cada familia”. 

En algunos niños puede suceder que prefieran quedarse más tiempo en lugares conocidos –la casa de la abuela, por ejemplo- o que aparezca el  miedo de andar solos por la nueva vivienda. Si apenas se muda la mayoría de los adultos reconoce que no puede dormir porque desconoce “los ruidos de la nueva casa”; es esperable que los chicos también necesiten su tiempo de adaptación. Por eso, todos los especialistas coinciden que es fundamental hablarles, explicar los cambios que van a vivir. Toda mudanza genera una sensación de inseguridad, propia de lo desconocido. Son los adultos los encargados de serenarlos y transmitirles seguridad. Puede ser mediante juegos o cuentos que hablen de viajes o protagonistas que se mudan

Por distintas razones personales o laborales, muchas familias se ven obligadas a mudarse. En algunos casos deben achicarse e irse a vivir a viviendas más pequeñas e incluso volver a la  de sus padres. Ante esa situación es importante no disfrazar o disimular lo que pasa sino reconocer lo que sucede. Según su edad cronológica cada niño puede tomar conciencia de los acontecimientos y comprender el valor de las cosas y el sacrificio que cuesta conseguirlas. Las mudanzas generan profundos cambios en la familia, cambios que si se los sabe canalizar ayudan a crecer y consolidar la unión de todos sus miembros.

Algunas sugerencias

Ante todo hablarles a los chicos, darles explicaciones hasta donde pregunten o deseen saber. Si cambian de tema, no insistir o forzarlos a hablar o escuchar sobre la mudanza. En la conversación tranquilizarlos, asegurarles por ejemplo “vas a estar bien”, “vamos a estar todos juntos”, etc. La serenidad de los padres es fundamental para no crearles inseguridad ni generar miedo o temor ante la nueva situación.

No es aconsejable que participen en la búsqueda de la nueva casa. La recorrida los “descoloca”, no saben cuál va a ser su vivienda definitiva ni por qué tienen que abandonar un lugar seguro para conquistar otro.

El día de la mudanza lo más aconsejable es que los chicos se queden en la casa de un referente estable: el abuelo, un tío, un amigo. Si el “caos” propio de la mudanza (canastos que se apilan, basura que se acumula, discusiones de último momento, etc.) generan un gran estrés y nerviosismo en los adultos mucho más lo sentirán los chicos.

Es conveniente desempacar, instalar todo y recién cuando la situación se estabiliza que los chicos se instalen.

Los chicos se expresan y dicen lo que les pasa mediante el juego o el dibujo. En tiempos de mudanza, pueden jugar a que viven en un castillo o dibujar una casa que no tienen porque necesitan sentirse seguros; es importante que los adultos puedan captar cuál es la situación y los ayuden a expresar lo que les pasa. Acompañarlos en sus juegos, contarles cuentos con personajes suelen ser buenos recursos para ayudarlos a proyectar sus sentimientos.

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