Algunos padres se quejan porque en ocasiones los pediatras no los escuchan. Los pediatras se frustran cuando los padres minimizan su tarea. Buenas y malas de una relación fundamental.
Para la crianza saludable de los chicos, el trabajo del pediatra y papás es una tarea en equipo. El médico es el experto en salud pero los padres son los que conocen mejor que nadie al paciente, su hijo. Por eso, el buen vínculo y la comunicación entre ambos es fundamental, sin embargo no siempre se logra.
Es importante remarcar que no solo el paciente es el que elige al médico, el profesional también decide a quien tratar. Los padres buscan un profesional que coincida con sus valores, su confianza y también, con sus horarios. Por otro lado, los pediatras, de cierta manera, también eligen cuando responden o no a las necesidades de los pacientes. Es común que si una familia no se siente cómoda con un médico cambie de profesional. Pero también cuando el profesional ve que sus saberes no son escuchados o sus indicaciones son cuestionadas, puede derivar ese paciente a un colega.
Tanto padres como pediatras coinciden en que una relación ideal está basada en la confianza, el respeto mutuo y el sentido común. Los papás precisan confiar en ese profesional al que le entregan su mayor tesoro: sus hijos, pero el médico también necesita contar con la certeza que cuidarán al paciente y cumplirán los eventuales tratamientos. ¿Cuándo surgen los inconvenientes? Vanesa Suárez, pediatra en el hospital Cecilia Grierson (MN 115625) señala que un punto de desencuentro es cuando se minimiza el control de salud y se cree que solo es “pesarlo y medirlo” sin valorar que es donde el médico observa y previene situaciones de riesgo. También cuando algunas familias minimizan o evaden los estudios de control por considerarlos intrascendentes. El sentido común también es imprescindible, cuando falta “vienen las preguntas innecesarias, con su probable falta de respuesta o la invasión a la privacidad fuera del horario de atención por cuestiones banales” señala Lier.
Un auxilio que no siempre se usa bien
En tiempos donde la tecnología interviene y facilita gran parte de la vida, las consultas médicas, por Whatsapp no son la excepción. Se calcula que al final del día un pediatra recibe cerca de 50 mensajes de pacientes en su celular. El fastidio comienza cuando el uso se convierte en abuso y por ejemplo, se lo emplea para consultas insólitas estilo “¿Me recordás si mañana tenía turno?”, se mandan audios interminables o de toses o se preguntaa algo que es una decisión familiar y no del pediatra estilo “Tiene un cumple y la semana pasada tuvo fiebre, ¿lo llevo?”. También están los papás que olvidan horarios y realizan consultas no urgentes un domingo a las 8 de la mañana. En algunos casos ocurre que con tantas llamadas innecesarias, la real no es correspondida.
No hay que olvidar que las consultas por Watsapp muchas veces también van en contra del trabajo del médico. “Solía consultar lo que yo consideraba ‘pavaditas‘. Una erupción que se notaba no grave. Unas líneas de fiebre. Hasta que un día caí en la cuenta que eran todas consultas, donde la pediatra me había respondido, pero que no estaban remuneradas. No era justo para ella”, cuenta Alma Ruiz, abogada y mamá de Juani. Esta preocupación se notó en una encuesta realizada por la Sociedad Argentina de Pediatría donde el 60% de los profesionales consultados afirmó que ” las consultas no presenciales realizadas por email, teléfono, mensajes de texto, Whatsapp, etc deberían ser pagas.
A pesar de estos “chispazos” los pediatras aseguran que con la mayoría de las familias es un placer trabajar.
Los padres dicen…
Si a la mayoría de los padres se les pregunta por el profesional que atiende a sus hijos esbozarán una sonrisa y dirán que sienten confianza ciega es que hicieron una elección muy consciente y tienen en claro no solo por qué lo eligen también por qué permanecen. “Para mí es fundamental el tiempo que le dedican y el trato que tienen con cada chico, que sepa escuchar y comunicar claramente lo que debo hacer, que sea cauteloso pero no dude en derivarme a otro si la cuestión lo excede”, cuenta Natalia Vicario, mamá de Franco, Nacho, Lucas y Ramiro que consulta a la misma profesional desde hace 12 años.
La buena comunicación es uno de los aspectos que más valorados en la consulta. “La doctora de Lautaro y Camilo posee la suficiente experiencia para hacernos sentir que aunque preguntamos una tontería no somos tontos”, cuenta Ernesto Monzani que supo que era la indicada “cuando abrió el consultorio un sábado solo para conocer a los mellis y nos tranquilizó con paciencia infinita ante el primer cólico”. En cambio, la experiencia de Cristina Lombroni, ingeniera civil y mamá de Marcos y Gonzalo, no empezó tan bien. “El neonatólogo en la clínica era intachable, pero en el consultorio era de trato complicado, muy parco y no se podían plantear dudas. Te daba su celular, pero si lo llamabas en medio de un problema te atendía de mal modo así que optamos por cambiar por otro más humano”.
Una mención especial la llevan los papás que además son colegas. “Suelo hacer una primera evaluación y ver si es necesario ir a consultorio o a guardia. Eso me diferencia de otros padres, pero en la consulta soy mamá no cuestiono lo que me dice porque él sabe más que yo. Pero reconozco que en la sala de espera no me fijo tanto en la cantidad de chicos sino que no se junten distintas patologías”, reconoce Laura Russo, médica especialista en diagnóstico por imágenes y mamá de Ian. Lo cierto es que padres y pediatras tienen un solo objetivo: el bienestar de los chicos y para lograrlo nada mejor que un buen trabajo en equipo donde cada uno cumple su rol.