La hija de Gustavo Garzón y Alicia Zanca comparte con nosotros cómo vive la condición de sus hermanos, también su alegría al trabajar con personas con capacidades diferentes

Octubre es el mes de concientización sobre el síndrome de Down, una buena oportunidad que invita a ampliar la mirada que tenemos hacia las personas con esta condición. Tamara Garzón, como sus padres Gustavo Garzón y Alicia Zanca es actriz, también es la hermana menor de Juan y Mariano, ambos con síndrome de Down. Los mellizos nacieron en 1987, once meses después llegó ella. “Siempre viví su condición con naturalidad, no desde el sufrimiento. Mis padres, toda la familia lo transitaba de la misma manera”. Sin embargo, recuerda que “desde el afuera” no todos lo percibían así. “Tenemos guardada la portada de una revista que tituló su nacimiento como ‘La tragedia de Alicia Zanca y Gustavo Garzón’”. Hoy Tamara comparte con nosotros su experiencia y sus aprendizajes.

“Criarse con hermanos con síndrome de Down no es simple. Cuando yo nací, mis hermanos tenían menos de un año por lo tanto para mí siempre fue común la situación en la que crecí, aunque años después me di cuenta que no tanto. Mis padres se ocuparon mucho de los tres pero, naturalmente, los mellizos requerían más atención. Entonces siempre fui muy autosuficiente, para alivianarles la tarea. Desde chiquita los cuidaba, les enseñaba, los llevaba de la mano. Pero sobre todo desarrollé una gran habilidad para entenderlos, naturalizar la dificultad que tienen para hablar porque yo también me había criado con ese idioma. 

Cuando empezamos a crecer, entendí a partir de la mirada de los demás que tener dos hermanos (¡iguales!) con síndrome de Down no resultaba tan “normal”, que la gente los miraba con cierta rareza, ternura, pena y empecé a darme cuenta que lo que yo naturalizaba, para muchísimas personas era absolutamente desconocido. Me acostumbré también a vivir con la mirada extrañada de los demás. Mirada que venía del prejuicio por lo desconocido, no por maldad. En cambio, quienes nos criamos cerca de la discapacidad, nos vinculamos con lo diferente de una manera que no enrarece la mirada.Ya de grande, tuve la posibilidad de entrar a un grupo de teatro musical en el que mis hermanos participaban como asistente, de curiosa, porque notaba que ellos amaban bailar y cantar. Me encontré con un universo de jóvenes que me volvió loca de amor y decidí convertirme en profesora. Me di cuenta que podía capitalizar y transformar ese entendimiento y naturalidad en mi manera de vincularme con la discapacidad en un trabajo hermoso que hoy disfruto y agradezco tener. Si hay algo que me enseñaron mis hermanos es a expresar a través de los sentidos y el baile, y eso es lo que más disfruto hacer”.

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