María Paula Rodríguez sabía que deseaba ser mamá. Sin una persona con la cual cumplir el proyecto, se decidió por un donante anónimo. Y recibió una doble alegría.

“Siempre tuve el deseo de ser mamá, el problema es que no tenía a la persona con la cual cumplir ese proyecto”, comienza su historia María Paula Rodríguez. Ella sabía que la maternidad no iba a llegar en el corto plazo, no sería una mamá “veinteañera” sino que lo sería un poco más grande. Siguió su vida, con un trabajo estable y que le gustaba. Tuvo una pareja que se rompió en buenos términos y a los 35 años sintió que algo “me faltaba en la vida y eso era la maternidad”. 

Sabía que su problema no era la fertilidad sino que no estaba en pareja. “Tenía en claro que deseaba tener un hijo con una pareja estable, pero que si no lo haría sola”. Empezó a investigar sobre distintas formas de ser mamá y descubrió que en la Argentina existe una ley, desde el año 2013, que permite a las mujeres solteras cumplir su sueño de maternidad -sin tener una pareja- gracias a la intervención de un donante anónimo. La búsqueda comenzó en el año 2020, reconoce que antes “tuve que romper un montón de estereotipos de la familia tradicional”. Comenzaron los estudios, buscar un donante anónimo, asesorarse con personas e instituciones confiables, por eso Paula dice que “siempre resalto que aunque no tuve una pareja tengo un grupo de amigos y una familia que me acompañaron en todo el proceso. Materné en tribu. Para mí fue fundamental. Mis padres, aunque son de otra generación, siempre aceptaron y apoyaron este proyecto de familia”. 

El proceso de búsqueda del donante anónimo fue rápido y con profesionales que hicieron que “todo fuera muy natural, espontáneo”. La Ley de Fertilidad cubre tres intentos y María Paula en el primero ya quedó embarazada. Había pedido que, por sus problemas diabéticos, le transfirieran un solo embrión y así se hizo. A los catorce días se realizó un test de embarazo y dio positivo. “Me dije ‘estoy embarazada’ no lo podía creer”. 

Tranquila, al mes de la transferencia del embrión fue a realizarse la primera ecografía. Al mirar la pantalla notó algo distinto y la especialista le dijo: “¿No sabías? Vas a tener gemelos”. María Paula no entendía nada y explica por qué. “No fue que me implantaron dos embriones. Me implantaron uno que se dividió. No puedo explicar lo que lloré. Me preguntaba ‘y ahora, ¿qué hago?”. Al enterarse del embarazo gemelar, su médico le dijo sonriendo “qué ganas tenías de ser mamá”. Y ella volvió a llorar.

El embarazo avanzó pero con una hermosa novedad. María Paula sería mamá soltera no de uno sino de dos bebés. Transitó la gestación muy acompañada por su familia y sus compañeros. También con muchas emociones encontradas “tenía preparado todo para un solo bebé y mi proyecto se duplicó. Fue un gran aprendizaje comprender que en la vida no es todo lineal, que no todo se puede planear, pero que el resultado puede ser mucho mejor de lo que pensamos”.

Joaco y Valen nacieron de 35 semanas y seis días. Los llevaron a neonatología, los pusieron en dos incubadoras; cuando María Paula los vio tomó la mano de cada uno y supo que “era el momento más importante de mi vida”, pero sobre todo que acababa de “conocer a los dos amores de mi vida”. Los vio pequeños, indefensos, pero inmediatamente se dijo “vamos a poder”. En ese momento comprendió que había dejado de ser “Paula” para ser “Paula, la mamá de Joaco y Valen”.

“La vida hoy en día es muy diferente a cómo era antes”, comparte. Cambiaron las prioridades y descubrió una sensibilidad que tenía escondida “empatizo mucho con la gente, algo que a mí me constaba un montón. Se descubrió vulnerable, aceptó “que necesitaba ayuda, que es muy importante estar contenido”. Hoy cuenta orgullosa “encontré dos personitas que dependían de mí. Antes era yo. Ahora son primero ellos y después yo. Sin duda, soy mejor persona desde que soy la mamá de Joaco y Valen”.

Emocionada, reitera que “criar en tribu es hermoso, hay mucho amor, mucha garra y fuerza. Cada uno aporta su granito de amor y agradezco tener tanta tribu”. Por eso no duda en afirmar que “hay muchas formas de maternar y no necesitás tampoco ‘magia’ porque la magia viene con los hijos”. 

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